Así empezaba mi carta a los Reyes Magos cuando era tan solo un niño. A decir verdad, la época de Navidad era hermosa para mí y lo sigue siendo ahora… no solo por los recuerdos, sino porque ahora también puedo revivir cada emoción, cada sentimiento, cada ilusión, con mis propios hijos.
Cuando pequeño, cuando se acercaban estas fechas, mi mayor preocupación era lograr agradar a esos seres mágicos, representativos de toda la Navidad: los tres Reyes Magos de oriente. Cada acto, cada palabra, cada gesto… me recordaba que “debía portarme bien”, porque me estaban observado atentos… y de ello dependía el recibir mis ansiados regalos.
Pero en esas fechas, portarse bien era fácil. Todo el mundo estaba siempre alegre, la felicidad se palpaba en el aire, desde que armábamos el arbolito de Navidad en casa, montábamos el pesebre y comenzábamos a escuchar villancicos… todo el ambiente en casa, en el colegio, en los comercios, en la calle; todo se inundaba de magia, alegría, luces e ilusión. Sin olvidar al “calvo” del cupón…
¡Me traen tantos recuerdos y me producen tanta nostalgia las tradiciones! Algunas, lamentablemente, se van perdiendo con el tiempo… y eso es justamente lo que no quiero que ocurra en mi hogar, con mis niños.
Entre el soborno y el agasajo…
Recuerdo que cada vez que se aproximaba la noche de reyes pedía a mi madre que hiciera sus famosas galletas de mantequilla. ¡Para mí eran la mayor delicia que existía! Y quería dejarles esa delicatesen a los Reyes Magos, en una especie de agasajo/soborno, con la intención de recibir los mejores regalos.
No siempre recibía lo que yo quería, ¡aunque ellos siempre se comían todas las galletas! Pero eso no importaba. Lo importante es que la magia había ocurrido. Habían estado ahí, en mi casa, en mi salón, habían comido mis galletas, y se habían acordado de mí, habían pensado en cosas que yo quería o necesitaba, y en un rápido y mágico haz de luz, imperceptible para mí por mucho esfuerzo que hiciera para quedarme despierto y “pillarlos”, habían conseguido dejarlo a los pies del árbol. Y no solo para mí, sino también para mis hermanos, para mis padres, para algunos tíos y primos… Era algo increíble, era un sueño… ¡era magia! Algo indescriptible.
Y eso que me pone los bellos de punta ahora mismo al escribirlo, que me emociona tanto pensando en mis padres que ya no están, eso es lo que me gustaría que mis hijos vivan cada año.
Por ello no es una simple “bandeja de madera para los reyes magos” lo que quiero regalarles. Quiero regalarles ilusión, tradición, magia y, especialmente, recuerdos imborrables que les hagan emocionarse y poner carne de gallina en un futuro, cada vez que piensen en ello y lo recuerden con nostalgia al hacerse mayores.
BANDEJA DE MADERA PARA DEJAR LECHE Y GALLETAS A LOS REYES MAGOS.
Muchas veces dejamos de lado algunas de las tradiciones más bonitas de nuestra infancia. Esta bandeja es un modo de recordar nuestra niñez, cuando solíamos dejar galletas a los Reyes Magos y jurar que nos habíamos portado muy bien todo el año. Es una gran forma de revivir esa etapa con en nuestros hijos y dar continuidad a generaciones futuras.
Armar la bandeja para los reyes magos, puede convertirse en una actividad familiar muy bonita, que se convierta en una tradición de cada año, que llene de ilusión a los más peques y que cree hermosos recuerdos para toda la vida.
Además de una hermosa tradición, esta bandeja sirve como precioso elemento decorativo para estas fiestas navideñas. Servirá para decorar con encanto ese rincón especial, en el que haremos preciosas fotografías y en donde dejaremos los regalos de toda la familia, y que será en centro de reunión la mañana de reyes.
Tanto si es para ti, como si quieres regalar ilusión a otra familia, esta preciosa bandeja para los reyes magos viene lista para regalar, envuelta en un precioso sobre de cartón kraft con detalles en dorado, perfecto para hacer un regalo único, original y rápido sin tener que pensar en nada más y con la seguridad de que, a quien lo reciba, le encantará.
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